martes, 6 de enero de 2015

consciencia

Los estados de la mente, como olas de mar, sacuden toda mi estructura cada vez que me doy cuenta.
El estómago lleno, la mente tranquila. El corazón me late a mil por hora, pero esto no es por estar enamorada. Ya me dijeron que esta vez no me enamore.

No enamorarse afuera y tener que enamorarse adentro, porque si no viene la muerte.

La vida sigue su paso y hay que aceptar que uno está bien porque caminó hasta donde llegó con fuerza, y que eso no es propiedad de nadie. Que el recorrido es propio, como la capacidad de tomar consciencia de él.

Agradecer profundamente el pedazo de realidad que me tocó, y fluir como si no fuera libre, sólo tomar decisiones. La decisión que es solo una, como el punto es el centro del mandala. Saltar de color en color, de forma en forma, de abrazo en abrazo.

Agradezco el cuerpo como fuente inagotable de placer y de vida. A veces elegir un punto dentro de uno para desde allí prenderse fuego. Incinerarse de vida, hasta ser cenizas y viento.

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