martes, 22 de agosto de 2017

La inmensidad en un instante

El conflicto de estar vivos es muy complejo. Parece que no se solucionaría queriendo evitarlo. Reflexiono sobre el dolor que me genero y que genero en otros, la intención de revertir ese vínculo destructivo y recuerdo que todos nos vamos a morir un día.

Nos vamos a morir. O sea, vamos a ser libres ahora o después. ¿Tal vez nunca?

¿Cuál es el orden de las cosas? ¿Cuál es el sentido de soportar violencia, desigualdad y mentira? ¿Por qué algunos la padecen y otros ni se enteran? ¿Algunos la superan y otros no lo logran? ¿Alguno se hacen cargo de lo que otros no quieren ver? ¿Existen personas, pares, colegas, parientes, amigos que no viven en el mismo mundo en el que cada tanto nos encontramos? ¿Qué mundo crea cada uno en su cabeza?

¿Qué es la conciencia? ¿Qué significa construir con amor? ¿Somos libres?

El cuerpo. Me acuesto en el piso y respiro. Hago silencio, conecto con mis sensaciones. Algunas son dolores, otras son placeres. A algunas no le tengo muy entendido de qué se tratan. Me siento y cierro los ojos. Permanezco un rato en la respiración. Siento el entrar y salir del aire y el movimiento que eso provoca en mi organismo. También la caricia del aire en la nariz y los labios.  Tomo la decisión de no distraerme con mis pensamientos, de estar atenta, concentrada en el sentir, en lo que puedo percibir a través de mi corporeidad. Un minuto, dos, diez. Quizás más. Quizás algunos días.

Sin que me lo invente, la mente me transmite imágenes, recuerdos, fotografías concatenadas. Sigo concentrada en el sentir, no elaboro pensamientos, no creo sobre lo imprevisto que aparece en mi razón. Lo miro como se observa una película, algo que ocurre fuera de mi ser. Me conmueve. Se mueve, muta. Mi mente recibe una nueva vibración. Algo parece distinto.

Inhalo por la nariz lento, llevo el aire hacia detrás de mis ojos y siento que se expande el espacio de mi frente, se relaja la cara, los dientes ya no apretan, caen los hombros y la necesidad de sostener, ya no me cuesta tanto sentarme erguida.

Siento la bendición de estar viva, sin entender muy bien por qué. Los siento en las células. Sí, es una bendición ser consciente del misterio y de mi ignorancia. Me reorganizo. Me despojo de lo que me identifica hasta hoy y renazco. Un instante me siento fresca, como una flor con los primeros rayos del sol de octubre.

Separo los párpados. Me veo en lo que veo. Tomo otra inhalación que me infla de vacío. Mi corazón da unos latidos fuertes y vivencio el desafío. Acepto el conflicto. Abrazo con pasión la posibilidad de la paz.