Ayer fui a escuchar a dos señores llenos de amor. Muy
capos. Estudiaron, experimentaron en sus vidas y cuerpos, escribieron libros,
meditaron y rezaron hasta el cansancio. Abrazaron y también se retiraron. Los
monjes benedictinos Anselm Grün y David Stendal Rast nos compartieron un par de
tips repetidos hasta el cansancio por todas las tradiciones que buscan el Amor.
-Ser Agradecidos.
-Habitar el cuerpo y sus pausas. Dejar de ser
autómatas que renuncian a la libertad de sentir la vida que nos atraviesa en
cada presente, en cada momento.
-Ofrecer lo que nos duele, lo que no entendemos. Dejar
que Dios, el Universo, la vida que no podemos controlar más que aceptar,
transforme nuestras emociones densas, odios, rencores, envidias, celos, ira,
ambición desmedida, resentimiento, miedo. El ejercicio es literal: enumerar,
visualizar, conectar con la emoción, esa sensación inquietante, y ofrecerla.
Soltarla para que se desprenda de la columna vertebral, de lo que parece que
más nos define. Ciegamente confiar en la mutación constante de la materia, de
los pensamientos y las emociones.
Nos recordaron que la física cuántica ya comprobó que
nuestros pensamientos producen cambios en la materia, crean realidad. Es
preciso transformar nuestras intenciones mentales por las más amorosas que
podamos, purificar nuestro flujo mental. Y si estamos con pensamientos
negativos sobre nosotros, sobre los demás, sobre la vida, desagradecidos y
desesperanzados, es natural que lo que nos toque experimentar en la materia, en
nuestra vida orgánica, sea difícil y hasta desagradable.
( Basta con mirar la sociedad en la que vivimos hoy,
¿no? ¿Qué pensamiento positivo colectivo podría hacer la masa crítica necesaria
para que vivamos en un espacio compartido más amable? )
Agradecer y soltar. Confiar. Volver a la fe. No hay
forma de que la vida no nos de lo que hace falta, decía Grün, pero para verlo
tenemos que abrir los ojos. No los de la mente intelectual atada a la cultura y
a la palabra fija en sus significados. Abrir los ojos los del corazón, abrir el
ojo, el pasaje hacia lo eterno, el de la potencialidad infinita. La poesía del
alma.
Abrazar a los que sufren es también cambiar nuestros
pensamientos combativos y sectarios. Soltar la razón como superioridad. Como
hablamos con unos amigos, “ser la grieta o en ella”, vivir en la observación de
la dualidad y no polarizarnos tomando partido por lo que es doble. Darnos la
posibilidad de amar en esencia, de no enemistar, de no juzgar. Aceptar hasta lo
ridículo, y darle la posibilidad de que cambie.
Porque de todos modos, existe un orden superior, somos
hormigas en el Amazonas. Tenemos toda la selva y nos quedamos sin aliento por
un pedacito de hormiguero.