sábado, 5 de marzo de 2016

el amor, los amigos

Ayer me acordé de un hombre, Tich, que conocí en India. Un hombre que me costó conocer, del que me mantuve un poco lejos por un tiempo porque lo juzgué y que adoré en cuanto tuvimos nuestra primera conversación. Trabajaba en teatro, vivía en Londres, era gracioso, alegre, muy cariñoso. Un apasionado de la vida que me enseñó mucho a aceptar a las personas como son sentados en un bar que fue un poco mi guarida durante mis días más difíciles en el periplo asiático.
Me acordé de él y de cómo tocó mi corazón. Se lo comenté anoche a una amiga, conversando en un patio de Buenos Aires. Hoy me enteré que ayer murió. No sé cómo, pero que se fue.
Hace unos días, acompañando a otra amiga que está despidiendo a un ser querido y muy cercano, hablábamos de cómo darle sentido a nuestra vida y a la de los que de a poco se van al viaje más profundo, al sueño más alto.
Las dos estuvimos de acuerdo de que se trata de amar, de aceptar a las personas como son, de no juzgar, de aceptar el desafío de amar con generosidad, aunque cueste, aunque a veces den más ganas de criticar, dividir, separarnos.
Siento una esperanza muy grande de que podemos reencontrarnos en el amor, siempre. Me dan ganas también de agradecer la vida y bendiciones de personas que nos dejan el corazón permeable, que nos hacen más sensibles al arte, a la belleza, a la superación de los obstáculos, al Amor.
Que siga la obra, Tich. Fue tan lindo conocerte.