lunes, 22 de abril de 2013

Feliz en tu día

Hoy es el día de la Tierra, leí por ahí. Y aprovecho la oportunidad: me dieron ganas de agradecerle los árboles, las montañas, el mar y el agua dulce, el alimento, los animales.
Me dieron ganas de agradecerle los amigos.
Y también me dieron ganas de decir que creo que en los tiempos que corren, estamos todos locos y nadie zafa. Algo está cambiando, y bastante rápido. Todos lo sentimos, pero nadie sabe bien qué es. Ahora, el problema es que estamos en nuestro ego, en nuestro dolor, en nuestros procesos. No nos damos cuenta de que todos estamos atravesando el mismo momento al mismo tiempo.

charlemos un ratito debajo de los árboles...

Creo que lo único que puede salvar a este planeta es la solidaridad, que no es solamente ir a ayudar al que le  falta algo -o que nosotros creemos que le falta-, la solidaridad es sanarnos a nosotros mismos sintiendo con el otro. Teniendo compasión, respeto, eliminando el juicio. Las cosas son y no queda más remedio que aceptarlo.

Corté un poco de jengibre y me serví té blanco. Volví al té como mi sobrina se prende del pecho de mi hermana. Al fin y al cabo, fue el té el que me metió en los nuevos viejos mundos que hoy habito.

Feliz día para todos, todos somos la Tierra.

martes, 9 de abril de 2013

Autorretrato


Hace una semana empecé un taller de fotografía y estoy a pleno con la primera tarea. Hay algo de la foto que me tiene enganchada, aunque sea difícil explicar qué. Hay algo con el espacio, el tiempo y la luz que hace colores y realidades que existen dos veces.
Además, la buena onda del grupo, las ganas de expresar, sea lo que sea, siempre que seamos sinceros. Y ante tanta sinceridad, la primera consigna del Xavi fue autorretratos. Me encontré toda la semana frente a espejos, reflejos de vidrieras, de los dos lados de la pupila de cristal de la cámara. Es tan complicado como desafiante, mirarse y elegir cómo eternizar algo, que nunca sale como lo planeo, pero que algo sale. Como contarle a mí misma quién soy. Me parece que estos son tiempos para exponerse - aunque me de mucha timidez, ya no creo que haya motivos para tener vergüenza por nada-, para que todos nos desnudemos y quitemos los complejos. Y también me dieron ganas de intentarlo por escrito, mi herramienta más cotidiana. Y aquí va, un autorretrato.


Me cuesta aceptarlo, me falta un centímetro para el metro sesenta de altura, como si ese poquito me dejara fuera de algo. Lo mismo me pasa con las caderas, esta vez por pensar que sobran centímetros, también siento que me dejan afuera, pero de otra cosa que a veces toma la cara de mi paz interior; lo bueno es que juntas parecen una canción de la Bersuit.

Estoy en crisis con mi pelo. Morocho, quiero que crezca –lo tengo corto estilo francés, como para dar una referencia-, pero hace como tres años que no soporto la espera y vuelvo a las tijeras. No tengo mucho y es algo fino. Hace poco descubrí que me gusta rascarme la cabeza, sacudirlo y que caiga para donde quiera, como si recién me animara a esa rebeldía. Mi cara es redonda, mi nariz bastante armoniosa y desde hace unos meses la decoro con un aro plateado. Ayer, en la Galeria do Rock de San Pablo –algo como nuestra Bond Street pero dimensión brasileña-, me tenté y cambié la bolita por una argolla. Tengo ojos marrones y un lunar un poco salido y del mismo color, justo del lado izquierdo, debajo de las cejas. Mucha gente me recomendó que me lo sacara, para mí sería renunciar a algo. Mis labios son rosas y un poco finos. Algo bastante particular son las orejas que heredé de mi abuela Ofelia, los lóbulos son largos. A ella, mi abuela, de tanto usar aros, se le alargaron aun más. Me hacían acordar a las orejas de los elefantes.

Soy accidentalmente suertuda o, directamente, muy afortunada. Porque mi arte es la improvisación. Y no hablo de monólogos teatrales o danzas del vientre -aunque cada tanto haga algún personaje no muy propio y me guste danzar con tambores-, hablo de que tengo una dificultad muy grande para la organización, preparación y bueno, otra cosa que cuesta aceptar, el estudio constante. Picoteo a lo pajarito, como buena periodista, sé un poco de algunas cosas pero siento haber profundizado en pocas, si lo hice en alguna. Sin embargo, a pesar de mi culpa intelectual, tengo amigos de lo más interesantes, un trabajo que me excita, me emociona, una vida que adoro.

En los últimos años reconocí que mi intensidad sólo la puedo volcar en la ceguera del día a día y quizás viajar sea lo que más me enfrenta a mis pasiones. Amo algunos lugares como puedo amar a un hombre, y también puedo enamorarme varias veces por día, solo por cruzar una mirada. Caminar algunas rutas me hace feliz. Y no por ninguna razón razonable más que por lo abstracto de sentirme plena con la energía del lugar, de que me haga vibrar como si me completara o me comprendiera. A pesar de que puedo ser algo ermitaña, me encantan las personas. Estoy un poco cansada de viajar sola.

A veces me miro en alguna foto o espejo y me deprime mi cara triste, en muchas no me reconozco. Una vez mi hermana me lo dijo: la tristeza está mal valorada. Hay días que sirve de consuelo.

No como carne y estoy intentando dejar los lácteos también. Creo que un mundo vegetariano sería más feliz. No comer carne se siente muy bien, de hecho me amigó con el mundo animal del cual era un poco temerosa y ahora disfruto. Sí, estoy segura, todos tendríamos que dejar de comer carne y productos de supermercado. No puede ser que nos alimentemos todos los días en todas las comidas de cosas que vienen envasadas en plástico. Puedo ser muy buena onda o muy oscura y, cada tanto, un dictador, algo que no controlo demasiado.

Me considero sudamericana, espiritual y política, pero no tengo religión ni partido, aunque me encanta discutir de las dos cosas. Igual, al decir que no tengo religión ni partido estoy tomando partido, el partido cliché, el más romántico y afín que encuentro. Afín, porque digo lo que quiero y no necesito fundamentos que alguien haya escrito, entonces así mi temita de no ser constante con el estudio se esfuma. Cuando discuto, suelo irme seguido por la tangente. Y también suelo discutir seguido, porque me encanta, aunque de viciosa suelo terminar sin saber cómo salir de algunos cruces de palabras. Muchas veces soy puro bla bla.

Creo, por sobre todas las cosas, en el amor. Creo que es lo único que en realidad existe.

Amo a mis amigos, agradezco la familia que me tocó y al sol que sale todos los días para regalarnos este planeta que me parece la obra de arte más perfecta, aunque de perfecto no tenga nada. También me gusta la luna y su túnel de misterio, las nubes y sus mensajes ocultos que se me transformaron en una obsesión, todavía más que los colores del atardecer. Ah, pero la combinación es un banquete.

En India me di cuenta de que había ido a buscar al gurú que no encontré. Me cuesta que me digan qué hacer. Soy una persona, y me parece una experiencia que vale la pena.