viernes, 7 de diciembre de 2012

sensible

Es como meditar. Intentar sentir cada parte del cuerpo por separado y todo el cuerpo al mismo tiempo. Es como pararte en la orilla del mar y sentir la frescura del agua en los tobillos, el viento de frente, la arena en la planta de los pies, el sol en la cara. Esos momentos llenos de estímulos que hacen de un segundo muchos segundos al mismo tiempo.



Ayer disfruté del atardecer como pocas veces en mi vida. Los cambios de colores del cielo, la intensidad del azul del mar, el sol que es un hueco blanco regalando luz dorada, ese rato de paz en donde saber el final hace fácil disfrutar del proceso. Hasta que el sol se fundió en el agua. Fue de esos que se ponen naranjas y cuando se pierden en el horizonte parece que se vuelven líquidos.

No sé cómo escribir lo que voy a escribir sin que suene solemne, sin que sea denso, porque en realidad, no sé todavía cómo vivirlo sin que lo sea. Para los que le gusta la astrología, mi Luna natal es pisciana y eso, siempre me han dicho, significa un gran caudal de sensibilidad.

Siempre me dijeron que soy sensible, a mí, que me voy de viaje sola desde que tengo 20 años, que trabajo duro cuando hace falta, que no dependo de nadie, que termino las relaciones en cuanto me parece que no funcionan sin dudarlo, que nunca rogué por amor, que puedo llorar en público porque es digno, que siempre tengo algo para decir...

La vida, de poquito a poco me anda desnudando. Y mi armadura, también anda un tanto oxidada. Es este tema de seguir intentando ser consciente de los momentos, estar atenta a los estímulos y las reacciones -que idealmente no deberían ser re sino acciones, simplemente acciones-, a los sentimientos, a las sensaciones de mi cuerpo. Esto de lo que nadie escapa pero todos nos escondemos, los dolores heredados, los miedos adquiridos, las situaciones replicadas una y otra vez, como si estuviésemos condenados a ser una rata de laboratorio.

Hubo algo que mi primera etapa en India me propuso: observá, Mariana, sentí el dolor por lo real y se transformará en alivio, en energía creativa. Esa propuesta tácita me tocó tan adentro que ya no puedo volver atrás, es como cuando sos un niño y te cuentan cómo se hacen los bebés...ese misterio de amor cambia toda nuestra manera de ver la vida.

Cómo cuesta el creer que lo que tengo que hacer es permanecer en la observación, en animarme a ser canal de emociones y no envase, que mi cuerpo atravesado por todos los soles del universo es otro sol que los refleja. No es mío, no hay por qué temer. Eso me repito, varias veces por día.


Ser Luna en Piscis, bueno, puede que sea un poco sensible, puede ser que cada tanto me emocione mirando algún paisaje, con las palabras de alguien querido, con mi nostalgia porteña, con mi propia respiración. La que era fuerte se vuelve débil en un segundo y el mundo se llena de colores. Quizás puedo agradecer a la sensibilidad por permitirme ir más allá, por invitarme a descubrir más secretos del vivir. Porque, por más difícil que sea -calculo que es trabajo para toda la vida-, el observar y contemplar la propia existencia como a los misterios de este universo que cada día pierde un poco más de timidez, es la única manera de formar parte. Se me ocurre que es algo así como decir, bueno, si hay música yo bailo. Y qué mágica es la música cuando permite expresar. Qué lindo que es el arte, como forma de vida, como manifestación individual. Estoy tan compenetrada que tengo ganas de decirles que los quiero mucho a todos, pero creo que estaría abusando de mi costado pisciano. Lo que sí digo es que les deseo mucha paz y felicidad compartida para que transformemos a la Tierra en un planeta mejor.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Primero de diciembre, 2012

A veces no puedo empezar a escribir directamente en una hoja en blanco. Entonces abro un mail y me pongo a escribirle a algún amigo, como para dirigirlo a alguien. Hoy quiero escribir un post, pero lo estoy haciendo desde mi mail.
Este tema de los mensajes de facebook y perder los mails no me gusta nada, siempre fui desordenada en papel y, lamentablemente nací con el correo en vías de extinción, pero en mis casillas de mails siempre guardo los momentos. Me encanta, cada tanto eh, no hay que abusar del pasado, leer alguna carta vieja y viajar para atrás en sensaciones, emociones, palabras que uno decía y recibía sin entender demasiado, y que un tiempo atrás explican muchas cosas.
Lo mismo hago con mi cuaderno del viaje. Si vieran lo sucio y machacado que está. Pobre, de verdad que no lo cuido mucho, aunque guarda de los momentos más especiales de este viaje.
A veces, lo agarro y lo leo, y todo parece contar esta perfecta historia, con sus subidas y bajadas, con los momentos en donde todo fluye como un río de montaña y los momentos en donde hay que correr cuesta arriba.
Y ahora estoy en un llano. Esperando que esté lista mi visa para India, en Tailandia y sin pasaje todavía por cuestiones de internet y las burocracias que me está poniendo un poco nerviosa -al margen-, vuelvo a visitar amigos, vuelvo a leer páginas escritas. Y cobran nuevos sentidos. Es esta sensación tan agradable y vertiginosa, de que nada vuelve a ser lo mismo, nada se queda en el mismo lugar. Ni las palabras.
Al mismo tiempo se activó el laburo, volví al trabajo y sí, a las temidas hojas en blanco. A animarme a contar las cosas desde este nuevo lugar que encontré y que se escapa. Y aunque los temas sean tan simples como tazas de té, como tazas de té, también pueden ser hermosos.
Son esas cosas que te cuentan por Oriente, que si tu mirada cambia, cambia lo que ves, que si se sonríe a la vida, ella sonríe de vuelta.