domingo, 3 de noviembre de 2013

El tiempo es ahora

El 21de diciembre de 2012 me desperté de noche para ir a practicar yoga. Todavía ni un pájaro cantaba, y hacía frío aunque estaba en la playa y solía transpirar bastante durante el día. Pero las noches eran frías.

Entré en el hall de yoga y empecé a estirar mis piernas -suptapadangustasana- así me preparaba para colgarme de un cinturón patas para arriba por un par de decenas de minutos. Pero como si el mar me hubiese llamado, como si el agua me hubiese querido contar un secreto, tomé mi buzo, una frazada y como una zombie caminé sin pensar los 200 metros que separaban el centro de yoga de la orilla. Era de noche y no sabía quién más estaba en la playa, Arambol es un centro muy hippie de India, parte de Goa, provincia portuguesa hasta hace pocas décadas, fue meca del trans psicoldélico y las fiestas lisérgico espirituales. Amor y flower power.

Ya no queda tanto de eso, o por lo menos no es como me imaginaba que era. Entre esos pensamientos, la oscuridad me protegió y me permitió olvidarme de dónde estaba. Era el mar, la arena, el aire y yo. Mi respiración, el sol que salía a mis espaldas, mis ojos cerrados terminaban el círculo. Era yo, y nada más.

Así arranqué ese día que no fue cualquiera. Como todo pasa en este mundo consumista, donde descartamos el pasado, donde sólo conocemos nuestras ambiciones y proyecciones sobre un futuro que nunca llega, cuando nos alimentamos sin sabér qué es lo que entra en nuestro cuerpo y andamos entre muchas personas solos, sin siquiera saludarnos. Nos olvidamos que estamos cambiando de era, que se produjo un quiebre que estamos frente a una oportunidad de ser felices, y seguimos viviendo nuestra vida como si viviéramos en un supermercado. Ese día, quizás, empecé a ser consciente de que yo elijo, de que el mar y el horizonte y la naturaleza me llamaron siempre y que fui yo la que elegí empezar un nuevo diálogo.

Aunque por momentos nos damos cuenta de que nos vendría bien estirarnos, y hacemos un poco de yoga, o pilates, o salimos a correr, o nos tiramos al sol y sentimos placer, al toque nos parece que eso no es vida, que la vida es sufrimiento, esfuerzo y trabajo. Y el placer es sucio, y descansar es vagancia, y emocionarse es mariconear y enojarse es natural y cotidiano.

Para los mayas hombre se traduce como Tierra que camina. Somos todos parte de lo mismo y cada uno somos todo. El universo nos pide a gritos que limpiemos nuestros corazones, que nos amiguemos con nuestros bajos instintos -sexualidad reprimida o desconectada del espíritu; manejos de poder, obsesión por el dinero, extrema necesidad de tener material- y que los llenemos de luz y de amor. Somos misterio, y en ese vacío infinito somos lo que deseamos. Y si empezamos a llamar a ese infinito, absoluto de oportunidades, amor, quizás empecemos a pasarla mejor.

Seamos conscientes, que ya hubo generaciones que sufrieron lo suficiente, y hoy ese sufrimiento -que también es nuestro- debe cobrar sentido, ahora es nuestro momento para disfrutar de la vida. Que cada día es nuevo, que somos cambio constante. Lo permanente es nuestra conciencia, conectemos con ella que es la única manera de poder estar presentes y de caminar con voluntad. Y cada minuto es nuevo, cada día es una nueva vida, cada sueño es un viaje, cada intercambio somos nosotros amándonos a nosotros mismos.

2 comentarios:

  1. Mariana! Leerte siempre me trae esa Paz tan necesaria!
    Cierro los ojos y puedo estar en la playa india a oscuras. Sin conocer el mar y sin conocer la India.
    Estoy escuchando "Lucerito", vi que lo publicaste una vez. Te agradezco por compartirlo.

    Un gran abrazo.

    Amapola :)

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