miércoles, 6 de febrero de 2013

Varanasi o un vestuario de hombres

Eructos. Hombres meando por la calle. Hombres que venden perfumes. Hombres en taparrabos bañándose en el río. Hombres tomando chai. Hombres secándose el cuerpo sin complejos. Hombres mascando tabaco. Hombres comiendo al paso. Hombres sonriendo. Hombres bañando búfalas. Hombres cargando cuerpos sin vida. Hombres jugando al cricket. Hombres celebrando pujas. Hombres vendiendo saris. Hombres jugando a las cartas. Hombres fumando hachís. Hombres remando botes de paseo. Hombres hilando seda. Hombres sentados en cuclillas mirando el agua correr. Hombres que desnudan con la mirada. Hombres que da gusto verlos casi desnudos. Hombres. Casi que sólo hombres.

A India no se le gana, el karma te viene. Siempre fui varonera, más metida en las conversaciones de hombres, discutidora, fortachona, de alguna manera. Y ahora, me la paso entre fortachones. Y mi madre les diría sabiondos. Todos los indios tienen algo que enseñar, y te lo van a querer enseñar, aunque ya lo sepas.  Mis caminatas por el Ganges están repletas de interrupciones de voluntarios especialistas en la mitología hindú. Que la madre Ganga cae del pelo de Shiva, que el Shiva Lingam no tiene poder si no está Nandi, que Radha no es la mujer de Krishna pero que es su verdadero amor, que a Ganesha su padre le cortó la cabeza por celos y se la remplazó con la de un elefante, que le tengo que rezar así tendré buena fortuna, que sus madres hoy están ayunando para la buena salud de sus padres. Nunca falta algún atrevido que se atribuye ser especialista en Kama Sutra y capaz de ofrecer experiencias inolvidables, invitan desafiantes, a ver si te animás. He aprendido mucho caminando por los Ghats de sur a norte, de norte a sur. También he aprendido algo sobre poner límites. Y a veces necesito silencio.

Y entre tanto hombre por momentos me siento libre, pero ellos me ven como mujer. Entonces, tengo mis mejores amigos, que me protegen y me poseen al mismo tiempo. Algunos nunca más se me van a acercar por haberme visto con ellos, otros sólo se me acercan cuando ellos están. Y yo disfruto de su protección y me enojo al mismo tiempo. Me siento agobiada, quiero estar sola y sin que nadie sepa en donde estoy. Pero sé que son buenos amigos y que es algo que pasa aunque yo no quiera. Me entretengo entonces con cruces de miradas, con alimentar alguna fantasía -fantasear debe ser el deporte nacional indio por excelencia-, y tener las propias que tal vez se vuelvan realidad en algún papel.

Anoche tuve una conversación con un amigo nacido acá, en Varanasi. Es abogado y yo cabeza dura, así que fue una larga charla. Hablamos de la mujer, de si le gustaría tener la vida que tiene su hermana, de que las mujeres tienen que empezar a pelear por sus derechos, me explicaba que la ley las ampara, que la tienen que  hacer cumplir. Pero cambiar una cultura tan antigua no es fácil. Y, confieso, aunque me parezca un sistema totalmente injusto, un poco de pena me daría que cambiara. Varanasi no es solo otro lugar, es otro tiempo.

Y me siento en el Assi Ghat, en los escalones frente al río, mi barrio, donde paso todo el rato entre amigos y chai,  y veo un grupo de chicas de alrededor de 15 años caminando de la mano, como caminan los hombres, mirando y riendo, yendo de un lado a otro, y otra veinteañera con el pelo negro al viento, look indio siglo XXI y actitud algo provocativa pinta un mural lleno de color donde el personaje principal es una mujer, y pienso que los turistas en masa, los celulares y la tecnología no vinieron solos, que tal vez algo bueno también puedan traer.


2 comentarios:

  1. en alguna de nuestras vidas pasadas seguro fuimos alguno de esos hombres en varanasi.. tal vez los que jugabamos a las cartas!!! eramos amigos obvio!
    no veo la hs de reencontrarnossss

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  2. me mató el "es otro tiempo". y te imagino ahí, entre riendo y discutiendo y explicando y entendiendo otros puntos de vista. como te vi discutir con peter! aaaay te extraño! hermoso post, varonera.

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