jueves, 11 de agosto de 2016

Los viajes cortos, los viajes largos. Los entretenidos y los introspectivos. Todos quedaron en el recuerdo y se volvieron estandarte. Una búsqueda terca del amor tan perfecto vuelve todo decepción. Surge la necesidad de proyectar un futuro en el que no sé qué querría. Más que una huerta, un horizonte y salidas del sol.
La necesidad de un cambio es un pedido de paciencia. Me lo dicen personas con las que tengo proyectos, y me ponen el alma en freno. El alma inquieta.
Inquieta la pérdida de sentido, el silencio de la cobardía. El miedo a hacer, ser, pedir, cambiar. Transformar parece ya la nada. Un cliché moderno post new age.
El tiempo que no existe más que en la sensación de quietud.
Las ganas de gritar, de compartir convicciones que ya no existen pero parecerían acercarme a algo, a alguien, a algunos, a Dios. La ilusión de ser un soldado de la paz. Y haber perdido esa batalla el mismo día en el que nací en este mundo lleno de incertidumbres, de ruidos dolorosos. De paquetes de plástico.

Llené este blog de palabras esperanzadas. Llené este blog de tristezas. De experiencias. ¿Qué vendrá?

Extraño todo a lo que renuncié.

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