martes, 30 de diciembre de 2014

2 más 0 más 1 más 4, fue igual a 7

El pulso, el camino, el ritmo de la respiración. La despedida de un año que fueron tres, volver a ser la que no era, sentar a florecer, descubrir el nuevo paso.

Se va un año y parece una fatalidad la sensación del final, del cambio rotundo, la solemnidad de los balances y la urgencia de nuevos rumbos. Los afectos, la transformación de los vínculos, todo es posible, menos el control de lo que se acepta. Deseo, aceptación, creación. Y amor como compasión, amor como solidaridad, amor como compartir, amor en cada momento, amor como presente eterno.

Pues 2015

La ilusión transformada en esperanza y los sueños que se vuelvan vida, la fe que se vuelva acción, la felicidad y la paz como estados del corazón. Que la vida siga su curso y la conciencia navegue los espacios cubiertos, que se alumbren las sombras que nos repiten y se encienda el fuego de la creación. Convicción en la acción por la confianza en el amor, y la seguridad como consecuencia del fluir de la vida. Porque las plantas contengan a la lluvia y a la tierra en sus hojas, y las flores exploten de luz del Sol.

Volver a las palabras, y que sean menos que antes, que se vuelvan esenciales, compañía, poesía, belleza, estética del amor entre los que nos amamos y entre los que no nos conocemos. Que los pensamientos se filtren hacia el silencio, y el alma viva renazca en el pantano.

Que las lluvias callen al fuego del verano y la brisa fresca sea mar en la ciudad. Que el trabajo se confunda con la necesidad de crear, y que crear sea felicidad compartida. Que la libertad reine, habilitación para ser, sentir y hacer desde el ser. El ser que no es propiedad de nadie más que de la impermanencia, esa intransferible experiencia de la humanidad canalizada por nuestros sentidos.

Que meditar sea corriente, que el silencio se contagie y la música sea la catarsis del blanco sobre negro. Que las intenciones se limpien de la ambición y que la tristeza se devele, para ya no elegirla. Que la mente entienda de su naturaleza, que el cuerpo descubra su naturaleza, que la naturaleza nos integre a su cuerpo, y que seamos todos uno.

Que 2015 sea un nuevo ciclo de aprendizaje y transformación, de alegría y juego, que aprendamos de magia y de colores, y soltemos los objetivos para finalmente sentirnos en un lugar, presentes en el presente.







viernes, 12 de diciembre de 2014

el 10 y la magia del número

Me acuerdo que llamé a mi mamá para hablar antes de año nuevo y que me atendió llorando. Yo tenía 20 años y estaba viviendo en Austria desde hacía ya 10 meses. Estaba desesperada y yo no entendía nada. Que se incendió un boliche, Mariana, un horror, me decía y lloraba. Sin poder explicarme bien me pasó con mi hermana y ella me pudo contar. Se había incendiado República de Cromañón mientras tocaba Callejeros y todavía no se sabía que eran 194 las almas, pero ya se contaban muchos muertos, muchos heridos, mucho dolor.

Yo estaba tan lejos. Ese año también había sucedido el tsunami en Tailandia, la bomba en la estación Atocha del metro de Madrid. Era como si me hubiese ido al aislamiento y las malas noticias. Me acuerdo que me contaban que el año nuevo de Argentina había sido el más triste de la historia y yo lloraba en el castillo de un pueblo medieval europeo porque quería volver a casa.

Volví a Buenos Aires a mediados de febrero. 21 años recién cumplidos, había descubierto el arte, la música y mi capacidad de ser libre en las rutas y llegué a una ciudad clausurada. No pasaba nada, no podía ni ir a tomar una cerveza con mis amigos, todo estaba como sedado y en cada reencuentro cada persona querida me contaba su experiencia en esa noche tan triste. Nos juntábamos en casas, entonces, o hasta en cosas más parecidas a confiterías. Hasta que de a poco algunos bares volvieron a abrir, algunas fajas se levantaron. Pero me acuerdo de ver fajas por todos lados. Yo no había tenido un vínculo muy estrecho con la actividad cultural independiente, mi núcleo cercano tampoco, pero eran pibes de mi edad o menores, era mi generación. Era el espanto.

Como todo pasa, inevitablemente es así, Cromañón pasó. Pasaron también mis tres años de Ciencia Política en la UBA con ganas de cambiar al mundo, estudios de periodismo, mis primeros laburos después de las changas cuidando pibes para ganar unos mangos (o para hacer posible mi experiencia en Europa), pasaron 10 años. Y en 10 años lo que pasa es la transformación.

En dos semanas se van a cumplir 10 años del incendio, ya estamos cerquita. Ayer, víctimas, amigos, contemporáneos de Cromañón, músicos, bailarines, poetas, fotógrafos, actores, artistas plásticos, artistas ambulantes, docentes, productores y gestores culturales nos reunimos. Éramos miles unidos frente a la Legislatura Porteña. Cantamos un mantra, se afirmó que no se pone en peligro la vida de las personas, que a través de la sanción de una ley hay un compromiso con su cumplimiento, hubo abrazos, alegría, arte. Cultura entendida como la construcción de la manera de expresarse. La cultura como la forma de libertad más noble que tenemos mientras todavía danzamos con este sistema.

Se exige como ciudadanos la sanción de la ley espacios culturales desarrollada por el sector, no por legisladores, ellos son los que creo, deberían acompañar a la sociedad en sus cambios; y una ley para los artistas ambulantes porque hacer música en la calle no es delito. Y que no se vuelva atrás con medidas que fueron positivas para los teatros independientes. Libertad, no violencia, no control desmedido, regulación para que no nos lastimemos entre nosotros, pero sin baches que permitan el abuso de poder.

Amor por lo que uno hace para una ciudad más bella, para vecinos felices. Y conciencia de nuestra historia y del duelo de nuestros muertos, los de Cromañón, los desaparecidos de la Dictadura, a los que nuestra sociedad persiguió, descuidó o calló.
Una sociedad solidaria y creativa, esa es la transformación.