El Instagram que no tengo, el Facebook que se volvió un bajón, las redes, el exceso de computadora e información, el silencio, el estudio. El dolar, la despolítica, los encuentros, el trabajo. Tantas cosas pasan que tuve una crisis con la cuestión del té.
La taza de cha, esa infusión que amé, investigué y divulgué, con la información, se me fue de las manos, de forma tan simbólica como material. La cantidad de kilómetros que recorren esos tés chinos, japoneses e indios que tanto tomaba, su precio en dólares, sus plantas fumigadas. Esos aromas fueron quedando lejanos entre el costo y la conciencia de la huella de carbono que genera trasladar alimentos. Un alimento es como un vínculo.
Hace tiempo ya que, más, tomo mate con yuyos, o infusiones de plantas. Algunas que crecen en los canteros urbanos, a veces cosecho de algún jardín que visito, algún regalo, otros que le compro a Sacha en Traslasierra Ecofusión. Y con esas cosas de la vida, de la salud y el arraigo, me da ganas de volver a hablar de historias, de culturas, de campesinas y campesinos, de recetas, de medicinas naturales. Eso que hacía hace más de 8 años, cuando nació Momentos de té.
Y como la pelota va al jugador, según dice una amiga astróloga, resulta que hoy, en el espacio BioCultural Huerta en Puerta, o más bien, en la verdulería de Dani, vinieron dos campesinas de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) a contar de qué plantas medicinales hacen tinturas madres, de las propiedades de las malezas y de los saberes femeninos.
"Nos dimos cuenta de que sabíamos un montón", comentó Carolina, hija de una curandera boliviana, que emigró a Argentina y hoy es productora de alimentos en el cordón frutihortícola de Florencio Varela, cerca de La Plata. Hace cuatro años que las mujeres de la organización comenzaron a reunirse. A compartir, a conversar. El machismo en el campo es muy fuerte y ellas además de, como sus maridos, realizar un trabajo casi esclavo, cuidan de sus hijos y de la salud de sus familias. La necesidad de compartir las reunió. A muchas sus maridos las golpeaban o se violentaban después de tomar bastante alcohol. A otras las intentaban matar, las desvalorizaban y las dejaban sujetas al trabajo doméstico.
"La salud y la sanación es mucho más que lo que nos dice la medicina moderna. Entre nosotras nos hemos salvado", comparte íntima Rosalía, también miembro de la Secretaría de Género de la UTT y productora de plantas aromáticas que se utilizan en la producción agroecológica dentro de los cultivos, como polinizadoras y en reemplazo de ciertos plaguicidas. Los insectos prefieren sus flores.
Hablamos de plantas y de sus propiedades, de salud preventiva, de alimentación, de la tristeza y todo el tiempo, aunque casi no se dijo, de la construcción de soberanías. Las personales y las colectivas.
"Plantas medicinales que conocemos y valoramos" se llama el recetario que nos compartieron. Tan hermoso. Saber qué planta tomar, ¡qué té! sí, ¡también se llama té! para sentirse mejor. Y no con plantas que crecen en los Himalayas si no acá mismo, como un yuyo en mi medianera.
Algunas fáciles de conseguir: romero, para energizarnos, tanto en tintura madre como en aceite; hablaron de la cola de caballo y de la consuelda, de la mansalva de hierro que tiene la ortiga, de la bardana para depurar y desparasitar y hasta una se animó a asegurar que la carqueja puede funcionar como un viagra; con bastante picardía, debo sumar.
Comentaron que las hojas de eucaliptos redondas las ponen en palanganas de agua caliente para que respiren sus hijas e hijos cuando están resfriados, y una del público aseguró que la equinacea es muy buena para el sistema inmunológico. Gotas de tintura madre o teteras llenas de humeantes decocciones, la belleza de las plantas es el vínculo más sincrónico que tenemos como naturaleza: aparecen cuando hacen falta, nutren, sanan, hidratan, purgan, reconstruyen. Para nuestro organismo, que comparte tanto con el mundo vegetal como con todo su ecosistema, tomar plantas es una bendición.
Y me volví en colectivo, con una bolsona llena de hojas verdes sin fumigar, con bardana en la mochila -he tenido tiempos en los que he comido mejor y, como les conté, la bardana es depurativa-, y con una sensación de que aunque siga demasiado lejos, el campo a veces visita la ciudad.